Había una vez una época en la que nuestra actividad en Internet
estaba desconectada de nuestra vida académica o laboral, pero esa época
terminó. Porque si usamos nuestro nombre real en cualquier red social, todo lo que digamos o subamos puede ser utilizado a favor o en contra nuestro ya sea por amigos, compañeros de trabajo, o hasta nuestros jefes. Y todo está a un par de búsquedas de distancia.
Seguramente a Nathalie Blanchard no se le curzó esto por la cabeza cuando subió a Facebook
fotos suyas de vacaciones en la playa, durante el tiempo que pidió
licencia por enfermedad en su trabajo. Hace un año y medio, esta mujer
canadiense fue diagnosticada con depresión grave, y ha tomado una larga licencia de su trabajo en IBM por enfermedad, mientras que su aseguradora le realizaba pagos mensualmente. Hasta aquí, nada fuera de lo común.
El problema se desató cuando Manulife, la
aseguradora, revisó su perfil de Facebook y se encontró con fotos de
ella en la playa de vacaciones, en bares, y disfrutando de su fiesta de
cumpleaños. Basándose en esta evidencia, la compañía decidió retirarle los beneficios,
alegando que esas imágenes son muestras de que ella ya no está
deprimida y debería volver al trabajo. Blanchard, por su parte, alegó
que las fotografías son de momentos felices en medio de muchos otros
difíciles, y está luchando por recuperar lo que dice que le corresponde.
Personal y profesionalmente, me parece que Manulife no puede tomar esta decisión sin una previa consulta con un psiquiatra,
corroborar el estado del tratamiento, o pedir un segundo diagnóstico
para la mujer en cuestión. Las fotos pueden muy bien haber sido
producto de momentos de remisión, producto de un tratamiento exitoso,
aunque también podrían ser prueba de una “estafa”. En todo caso, no es
algo que se pueda decidir por mirar unas fotos en Facebook, sino que
debe ser avalado por una opinión profesional.
Más allá de este caso en particular, este hecho demuestra lo públicas y accesibles que son las cosas que publicamos en Internet, y las consecuencias que pueden tener en nuestra vida offline.
Ya es hora de empezar a tomar conciencia al respecto y, algo que sería
aún mejor, empezar a enseñar a las generaciones más jóvenes las
conductas que serían apropiadas para este “nuevo mundo” en el que ya
estamos viviendo.
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